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Entrevistas

Leonardo Ledesma Watson: “Barrio Laberinto es un artefacto. Un prisma con varias caras…No es un anecdotario, un puñado de textos terapéuticos o una autobiografía”8 min read

#LeoSubmarine

Leonardo Ledesma Watson (Lima, 1988) cuenta que se hizo periodista porque a jugador profesional de fútbol no iba a llegar. Es esa decisión la que nos permite poder conversar ahora sobre Barrio Laberinto, su primer libro de relatos editado por Penguin Random House hace algunos meses atrás.
Forjado en las brasas del periodismo escrito y televisivo, Ledesma Watson paga ahora sus facturas desde la arena publicitaria.
El 2019, despuntando los 30, debutó en el oficio de escritor con un libro llamado El demonio camuflado en el asfalto, al alimón con J.J. Maldonado. Como avizorando esa entrega, cinco años antes, el 2014, presentó un relato llamado El fantasma de la Remington al concurso Ten en Cuento a La Victoria y se llevó el premio a casa. Ese cuento también está en Barrio Laberinto. De Leonardo a Leonardo, esto es lo que conversamos con él.

Leonardo, ¿cuándo empiezas a ser consciente de que querías escribir cuentos?
El cuándo no es muy claro ni para mí, pero sí sé que fueron ciertas condiciones las que me llevaron por ese terreno: filmar una película es una empresa titánica y costosa, el periodismo es el oficio que me dio de comer durante algún tiempo y jugar al fútbol ya es algo que hago solo por diversión. En todo lo referido, el punto común era el de contar una historia. Lo que sí puedo decir es que el primer cuento que escribí, digamos, seriamente, fue a los 19 años en la oficina de un amigo a quien le estaba haciendo compañía. Como se había ido el Internet y todavía no era época de smartphones, abrí el Word en la computadora y empecé a escribir. 

¿Cómo los vas armando mentalmente, y en qué momento los aterrizas?
Como varios -sobre todo en una generación altamente consumidora del audiovisual- casi siempre parto de una imagen. Luego escribo la primera oración o el título y dejo fluir las ideas como para calentar los dedos. Eso sí, corrijo y edito sobre la marcha y trato de cerrar párrafo a párrafo lo que considero necesario. No escribo cosas de un tirón porque es extenuante y termino perdiéndome más en el ritmo que trabajando en el lenguaje o la trama. 

¿Tienes algún tipo de disciplina para escribir? ¿Digamos un horario definido, días que prefieras a otros, momentos que te gustan más?
Aún persisto en escribir de noche y pasarme algunas madrugadas en vela, a pesar de no ser muy recomendable para la salud. Supongo que tiene que ver con que no tengo una edad avanzada y me puedo dar esos lujos. Asumo que las cosas irán cambiando en el futuro… sí es que hay uno. No me molestan los estímulos externos. Es más, creo que me ayudan: música, la tele encendida sin sonido, las pausas para comer. Se me da bien ese caos. Tengo etapas en las que soy más disciplinado o que puedo elegir serlo, pues a veces la vida, el trabajo, las obligaciones familiares o el simple hedonismo que encuentro en otra actividad te pasan por encima. 

Si tuvieras que definir Barrio Laberinto lo más brevemente posible, ¿cómo lo harías?
– Es un artefacto. Un prisma con varias caras, al menos en el génesis de la creación. Me queda más claro, eso sí, qué cosa no es: un anecdotario, un puñado de textos terapéuticos o una autobiografía. Creo que, en mi libro, o al menos eso es lo que he intentado, hay una revancha y un reencuentro con un pasado reciente pero también una reconfiguración de un espacio como es el barrio, cuyo concepto no es único. No es una radiografía precisa, sino el vestigio de cierta memoria con ciertas conveniencias -justas- ficcionales.

¿Cómo fue tu formación literaria/musical, Leonardo?
Desordenada. Y agradezco mucho que haya sido así. Fui un lector precoz de historietas heredadas, pero no de clásicos o de autores canónicos. La música es un tema aparte y no solo por ser un fenómeno de masas y cultural, sino porque uno empieza escuchando por imitación y luego reprimes ciertos gustos por presión. Claro, esa reflexión me vino de grande, pero lo que sí tengo claro es que la exploración -en parte- desprejuiciada me ha hecho acercarme a grupos, cantantes o compositores a los que seguramente no hubiese llegado. 

¿A qué libro o autor regresas siempre?
Hoy creo que a ninguno. Antes regresaba mucho a Cortázar, a quien llevo tatuado por ser de mis primeros héroes literarios, pero hace mucho que no lo leo. A veces, ya de grande, vuelvo a la ciencia ficción o a la ficción especulativa: Harland Ellison, Bradbury, Orwell, Octavia Butler. De cierta forma, la ciencia ficción y la mezcla de géneros abordan mejor la realidad que el mismo realismo. Ahora, por ejemplo, estoy muy enganchado con Michel Nieva o con Nalo Hopkinson. Al menos en temas de ficción. Con los ensayos o la no ficción me sucede distinto. 

Un cuento redondo, perfecto para ti.
No sé sí sean redondos y seguramente cuando lea esto me diga a mí mismo que debí mencionar algún otro, pero, por estructura y porque me intrigó sobremanera diría que Tres formas de robar un banco, de Harold R. Daniels. Y sí debo incluir un par más, probablemente por admiración y hasta cuestiones emocionales, diría La hipotética resurrección de Baltasar Quiñones, de Eduardo Sacheri, y Eisenhower y la tiqui tiqui tin, de Alfredo Bryce. 

Tu top five de escritores de cuentos.  

Otra respuesta de la que luego uno se arrepiente:

-García Márquez

-Shirley Jackson 

-Raymond Carver

-Stanislaw Lem

-Patricia Highsmith

A Cortázar y a Ribeyro, por admiración y cariño, les doy un espacio aparte. 

El mejor cuento que le hayas contado a tu hija. Y el que te hayan contado.
Adapté mentalmente Doblaje, de Ribeyro, y se lo conté. Debe ser de los pocos “cuentos” formales, porque cada día le trato de explicar un poquito el mundo a través de pequeñas historias. El mejor que me contaron fue el episodio Zima Blue, de Love, Death & Robots.

¿Cuál es el género literario que más te gusta?
Me gustan los géneros y la mezcla de estos. No creo en el realismo puro a pesar de haber sido y ser hasta ahora lector de obras que se consideran tal. Mi afición por el cine de serie B, el blockbuster, la ciencia ficción y demás, me hizo explorar por ahí y por ratos tomar ese rumbo en algunas cosas que escribo. También me toca mucho y siento muy de cerca lo epistolar, pero siempre puesto en función de algo más grande y no como algo exclusivamente confesional. La parodia y la mímesis, como géneros/herramienta para explicar un poco, por ejemplo, el país, me parece fenomenal. 

Hay en nuestro medio autores más que interesantes con cuentos y novelas que destacan nítidamente; Malena Newton Maúrtua, Augusto Effio, Ulises Llantoy Gutiérrez, J.J. Maldonado, Juan Manuel Robles, entre otros nombres. ¿Cuál es tu perspectiva de nuestra narrativa actual?
Aunque conozco y soy amigo de algunos de los mencionados, creo que hay diferentes formas de ver esto: por un lado, la producción editorial es cada vez más grande, aunque no necesariamente mejor. Sin embargo, no podemos mirar en otra dirección o no ser conscientes de que andamos en un mercado que devora, frivoliza y arrastra todo. Hay gente que está escribiendo, con mucho talento y entusiasmo, cuya obra es invisibilizada o ignorada precisamente por esa lógica de mercado dado el sistema en que vivimos y que nos obliga a participar de él porque si no simplemente no comemos. Eso, por un lado. Por otro lado, creo que hay posibilidades grandes de ampliar el mercado y sacar la “cultura” de los mismos distritos de siempre y de ciertos círculos. Hay un público expectante al cual esa oferta libresca no llega debido a cosas tan identificables como el clasismo o como la idea burguesa de que esta “cultura” pertenece o se gesta solo en ciertos sectores. Ojo, hablamos de Lima. Sí abrimos el plano la cosa es más brava. 

¿Qué artes y artistas han llamado tu atención recientemente?
Me parece impresionante lo que hace Bzrp, un dj y productor musical que no debe pasar de los 25 años. Hay un escritor joven que se llama Bryan Barona que también me gusta mucho. Lo que hacen Fiorella Moreno y Malena Newton en narrativa también es más que destacable, casi tan bueno como lo que hacía Antony en el Ajax. 

El clásico futbolero que más te dolió perder; el que más te gustó cómo ganaron.
Era muy niño, pero me marcó mucho: la U nos ganó 1-0 en el Nacional con gol de Roberto Martínez en el 95. El que más me gustó fue probablemente el de 2003: 4-2. También en el Nacional. Gol del Pato Quinteros (quizá el mejor gol que he visto en el fútbol peruano). 

¿Qué te subleva?
La humillación de quien se encuentra en posición de poder hacia quien no lo está. Eso y la relativización de las opiniones en donde, algunos, dicen que todas las opiniones valen por igual haciendo posible que se trafiquen discursos de odio y se pasen cosas terribles por simples impresiones. 

¿Qué te sigue emocionando?
Ver a mi hija Rafaela todos los fines de semana y sentarnos a ver películas sin parar. Eso y meter un gol de tiro libre en el ángulo. 

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