La historia de esta propuesta tiene el vuelo propio de dos autores que han forjado sus armas en terrenos creativos, artísticos y publicitarios, ciertamente, pero detrás de un sinfín de situaciones divertidas y múltiples referencias de la cultura pop, subyace un poderoso alegato social, relevante y transversal. Tanto Aburto como Burga sostienen una visión conjunta pero también personal e intransferible de este cómic creado al alimón.
La aventura vital de Olluquito, Charqui y los demás personajes ofrece una variedad de lecturas y análisis respecto de temas que bien vale la pena revisar ahora y más tarde, también: los conflictos que arrastramos como sociedad, el colonialismo, el consumismo, el poder de las transnacionales, el fanatismo religioso y otros conceptos de variado pelaje.
#Leo Submarine
Olluquito con charqui, novela gráfica de José Aburto y Sebastian Burga (Editorial Planeta, noviembre 2021), describe el intríngulis de una historia que linda en lo surreal pero con un anclaje terrenal y absolutamente nacional: “Lo que parece el refrigerador de una familia peruana promedio es en realidad un gigantesco templo llamado Freón. Aquí habitan los alimentos sometidos bajo el yugo transgénico de las Salsas del Divino Sabor. Su líder, el Cardenal Heinzler, el Ketchup, ha capturado el poder utilizando la amenaza del deshielo anunciado por una profecía apocalíptica: si no aceptan ser ungidos antes del Corpus Crispi, perderán más que su sabor, la podredumbre los corromperá.
Sin embargo, esta profecía también promete la llegada de «El Salado», un ser mítico, enemigo mortal de las salsas. En su búsqueda seguiremos la historia de Olluquito, Charqui y sus ingredientes quienes –en una épica batalla, se enfrentan a las salsas para traer un nuevo orden más justo e igualitario entre todos vegetales. En esta rebelión, la revelación del plato elegido, cuyo ingrediente principal e insospechado fue criado en el seno mismo del poder coercitivo que dominó Freón por años, traerá el equilibrio tan esperado a sus habitantes, aunque el final de esta receta tampoco es lo que ellos esperaban.

¿Cuál es el origen de Olluquito con charqui?
José: Nace de las ganas de crear un cómic a partir de la interacción entre ingredientes de una receta de comida peruana típica que hable sobre nuestros conflictos como sociedad, ahí encontramos que, en el Olluquito con Charqui, por decirlo a la manera de nuestros personajes, la mesa estaba servida. Desde el nombre ya se perfilan dos personajes, cada uno con su personalidad. Por un lado, una carne mística reseca, chamánica podríamos decir y el otro tierno, terrenal, inocente y entrañable.

Sebastián: Olluquito con Charqui es un punto de encuentro entre dos creativos de una generación educada por la televisión en la que hacer referencia a nuestra cultura de dibujos animados y películas predilectas de la infancia, junto con el ejercicio de “peruanización” de la propuesta, definen el significado de una “buena idea”. Sólo para ser autocríticos.
Nuestra generación se puede quedar horas recordando episodios de Candy o los Thundercats, y el deseo de hacer reproducciones de todas esas narrativas audiovisuales ya es algo que no podemos sacarnos del inconsciente creativo. Lo he observado no sólo en mí, sino en muchos artistas de mi generación. Hasta parece que ya es una suerte de método usado para detectar qué idea funciona y qué idea no, pues si no te resuena no va. Como cuando hicimos con José la propuesta de un robot incaico llamado Inkarri, donde copiamos sin querer queriendo la historia de Mazinger Z y la verdad no sabíamos que era tan idéntica hasta que volví a ver el primer episodio después de 35 años. En nuestra historia, Inkarri luchaba contra las mineras para evitar la extracción del preciado mineral “Perunio”, mientras que en Mazinger Z este luchaba contra la extracción del material “Japonio”. No lo podía creer. Y es que nuestro goce estaba en la imitación.
Dejando la autocrítica de lado, creo que en Olluquito con Charqui sí hemos logrado aplicar algunas ideas bastante más originales. Es lo que yo llamaría una beta creativa en la que podemos convertir cualquier receta de cocina peruana en una muy divertida historia costumbrista y hacer doble-sentidos o juegos de palabras a granel. Olluquito con charqui se puede leer de muchas formas; es el retrato de un Perú virreinal dividido y dominado por la iglesia, una historia de alimentos ambientado en una refrigeradora común y corriente, una elogio a la comida peruana tradicional, una campaña contra los alimentos industrializados-procesados-importados-transgénicos, la crónica de una revolución, o volviendo al tema del reciclaje, puede ser leído también como una historia estilo Star Wars sobre seres bizarros interplanetarios que viven atrapados en un inmenso templo futurista llamado Freón donde encuentran a un Obi Wan Kenobi enterrado en el hielo que es Charqui.

¿Cómo nace creativamente y cuál fue el proceso (en escritura y dibujo) que tuvo la historia hasta su versión final?
Sebastián: Es un hecho que si hay algo que todos los peruanos compartimos es el amor pasional por nuestra comida que funciona como un lenguaje nacional. Yo había olido un aroma muy sabroso en esta idea pues daba para construir un paralelismo social-gastronómico muy rico. Algo que seguro se le iba a ocurrir a alguien más. Desde el comienzo, la idea de una sociedad de alimentos humanizados ya pedía a gritos el contexto del interior de una refrigeradora pues no sólo es el ambiente perfecto para reunir a una gran variedad de alimentos sino que allí estaban separados de los humanos, que es un factor clave para dejar de verlos como objetos animados y entenderlos como un reflejo de la sociedad humana. Es decir, ellos pedían su propio micro universo. Además, estaban ya a sólo unos metros de la olla lo cual le ponía mucha emoción al relato. Después de desarrollarlo con preguntas básicas durante un mes, preguntas como quién sería el enemigo o cómo sería el final, se la comenté a José y ahí es donde hubo un match inmediato pues él me contó que justo había escrito un cuento años atrás sobre una ensalada en la refrigeradora. Nada inusual para el trabajo que hacíamos juntos pues ya estábamos acostumbrados a llegar a las mismas conclusiones por nuestra cuenta.
Lo que sí he notado después de algunas entrevistas sobre Olluquito con Charqui es que ambos sentimos la idea original como propia, lo cual dice mucho de nuestros egos de creativos (risas). Esto al final no importa pues todas las ideas que soltamos en el proceso tenían que pasar por la aprobación del otro. Después de eso, la idea se quedó en el tintero por varios meses, allá por el 2013. Y recuerdo muy bien que hubo un momento de repensada dónde le dije en la oficina: “José, tenemos que hacer esta huevada sí o sí”.
Entonces nos dedicamos a armar bien la historia, hice un storyboard donde tratamos de meter una escena por página, definimos el contenido de cada viñeta y después nos repartimos el trabajo pues José podía hacer excelentes diálogos y yo tenía mi trayectoria haciendo comics y estudiando estilos de dibujo.
José: Ha sido un proceso muy largo, desde su concepción inicial hasta su publicación han pasado siete años.
Primero, llegamos a un concepto que nos gustó, desarrollamos los personajes y nos enamoramos de cada uno de ellos. Ahí empezó el proceso de ensamblar la historia cuadro a cuadro, todo esto lo hicimos juntos. La historia nos gustó tanto, nos hizo tanto sentido, que nos impulsó a lanzarnos al largo proceso de redacción e ilustración donde cada uno pudo desplegar sus habilidades respectivas.
Por un lado, el gran talento de Sebastián le pudo dar forma a cada página logrando una narrativa visual única, llena de vida y expresión en cada gesto.
Por el otro, me tocó a mí ir armando la forma de hablar de cada personaje, crear un lenguaje y una forma de pensar propia, jugando con el lenguaje peruano, tan propenso a usar palabras relacionadas a la comida para todo y llevarlo al extremo de reemplazar expresiones completas con otras de índole gastronómica como por ejemplo el significado de sabor. En el cómic el sabor propio se vuelve sinónimo del alma, de lo más auténtico que uno puede tener y está en el centro del conflicto de muchos personajes. La pregunta: “¿Cuál es tu sabor?” se vuelve el motor que impulsa a los personajes centrales a entrar en conflicto entre ellos, genera luchas de poder y la búsqueda por su propio destino.
¿Cómo se eligió el nombre? ¿Fue así desde el principio?
Sebastián: Debo decir que el primero que vio el nombre no fuimos ni José ni yo, sino una ex enamorada mía muy querida, Mona Herbe, cuando la fui a visitar una noche. Ella tenía muy buen ojo y lo vio en una lista de platos típicos peruanos que hice bajo la premisa de que tenía que funcionar para hacer un comic peruanista. Recuerdo que en el menú estaban el Lomo Saltado, el Ceviche, el Ají de Gallina, el Sudado y una larga lista de platos que todos conocemos, pero Olluquito con Charqui brilló desde el comienzo. Primero, porque era el nombre con ingredientes bien definidos y de fácil representación (no como unos Tallarines al pesto), y segundo, porque ya brindaba el nombre de los personajes centrales que estaban cargados de conceptos complementarios. Charqui > carne, llama, viejo, seco, deshidratado, antiguo, sabio, precolombino, brujo, chamán, salado, preservado, inmortal, mala suerte. Y Olluquito > vegetal, niño, tubérculo, nativo, pequeño, inocente, aprendiz, andino, bocadillo, monaguillo, cultivado, enterrado, hijo de la Pachamama. Una carne y un vegetal protagónicos que hacen un dúo peruanísimo. Uno de los platos favoritos de la realeza inca que también hace referencia a todo un grupo de ingredientes, que son el ají panka, el ají amarillo, la cebolla y el perejil. Ingredientes que ayudarían a darle mucho sabor a la historia. En esa época creo que mi primer referente fue el Mago de Oz pues cada uno tenía características muy singulares, cada uno con su apariencia, su estilo, su problemática y sugerían un hermoso desarrollo de la historia en el que se irían encontrando paulatinamente. Era una suerte de “camino amarillo” dentro de la refrigeradora pues estos personajes estaban predestinados para encontrarse aun cuando ellos no tenían idea de su final. Era como si la historia ya estuviera escrita y nosotros sólo siguiéramos la receta.


José: El nombre fue parte central del proceso de conceptualización de la historia. Antes yo tenía un cuento llamado “Historia de una ensalada” que tenía la misma estructura, pasaba todo dentro de una refrigeradora, tenía un final similar, hablaba del conflicto entre la comida procesada y la saludable, etc. pero es en el diálogo entre Sebastián y yo que nos dimos cuenta que esa estructura tenía mucho que decir al llevarla a un contexto más peruano y luego de encontrar el nombre ya todo cayó por su propio peso.


¿Cuáles son las referencias de historias y de autores que ustedes perciben en Olluquito con charqui?
José: El libro está lleno de referencias a historias de rebelión. Es, en su base, la historia de un conflicto social entre las salsas transgénicas y los ingredientes naturales. Por eso recuerda a historias como Star Wars por ejemplo, pero también tiene muchas referencias a epopeyas como El Señor de los Anillos pero combinado con un lenguaje y una idiosincrasia muy peruana; por eso el humor recuerda a veces a Pataclaun y a nivel gráfico apunta a una síntesis de la estética de las máscaras del carnaval de Paucartambo. Todo esto en un sancochado complejo que esperamos, como toda receta de comida peruana, al final resulte en un sabor único y potente.
Hay una serie de nombres de marcas adulteradas que remiten a productos conocidos, ¿qué tanto intervino la experiencia publicitaria que tienen para dar entidad a estos personajes?
Sebastián: Es chistoso que después de salir ambos de la universidad y de soñar con hacer una empresa arty-creativa juntos, José me ofreció el trabajo de creativo junior para poder continuar con nuestra dinámica, y sobre todo, para ayudarme a sobrevivir, pues él ya había conseguido un excelente trabajo de Director Creativo en Phantasia mientras que yo había cometido el error de estudiar Artes (risas). Ahí empecé a trabajar en su equipo de creativos, sin mayores logros; hasta que en una reunión con uno de sus clientes más importantes, uno que “casualmente” vende salsas empaquetadas, les propuse la idea de hacer una campaña de alimentos humanizados que presenten sus salsas (un tomate con patas, una papa, una zanahoria y otros). Una idea que le había gustado a José con ayuda de una presentación gráfica que hice. Pero de inmediato los asesores publicitarios de la empresa me bajaron del micro diciéndome: “Eso es demasiado artificial para nuestra marca. ¡NO VA!”.
Ahí, no sólo la fregué presentando una idea inadecuada para la marca, sino que apenas acabó la reunión me quedé picón y le confesé a esta asesora publicitaria que había tenido una pesadilla con ella. Un comentario muy sincero pero inapropiado; mi carrera de publicista comenzó y acabó ese verano hace más de 15 años. Comparto esta anécdota porque me hace pensar que esta idea se venía macerando ya desde mucho antes y que ambos ya nos sentíamos conectados con este recurso jocoso de humanizar la comida peruana y hacer chistes con ella.


José: El conflicto de los alimentos importados y procesados con los ingredientes autóctonos y naturales exigía personificar ambos bandos. Las salsas debían tener su personalidad, sus intenciones y tensiones propias. Por eso echamos mano de símbolos, colores y nombres similares a los ya existentes y que nos permitían generar rápidamente en la mente del lector un referente de cercanía para contar la historia que necesitábamos. El cardenal Heinzler, por ejemplo, es ese personaje manipulador, traicionero y capaz de llevar a toda su nación al hoyo con tal de salvarse a sí mismo, me recuerda a muchos de los políticos que hemos tenido y aún tenemos encabezando nuestros gobiernos.
En Olluquito con Charqui uno de los conflictos principales es el proceso inconcluso de descolonización que aún vivimos en el país. Seguimos divididos entre visiones del mundo muy distintas entre sí que no llegan a una verdadera síntesis que nos junte como nación. La cantidad inmanejable de conflictos sociales son una evidencia palpable de esto. Esperamos que este libro les permita a diferentes públicos, niños, jóvenes y no tan jóvenes poder acercarse un poco a esa problemática tan nuestra.
¿Han imaginado este cómic en versión animada o en otra plataforma?
Sebastián: Yo ya estoy fantaseando hace rato con una película 3D, o incluso una serie animada para Netflix, pues es una historia que se puede deshilachar fácilmente y hacer que rinda muchos más platos que sus 80 páginas actuales. Pero la verdadera pregunta es: ¿cómo metemos dos tremendos egos creativos en el puesto de Director? (risas). Porque la parte de escritor y de director de arte ya estaría resuelta. Así, bien acaparadores.
José: Sería increíble tener la posibilidad de llevar esta historia, sus personajes, sus conflictos a otros formatos. La gran ventaja que tiene el cómic es que una adaptación a medios animados es bastante más directa que desde otros medios pues el storyboard ya está hecho, digamos. No por nada nuestras pantallas están inundadas hoy en día de películas y series basadas en cómics. Estaríamos más que felices en colaborar con animadores, músicos, productores, etc. para llevar aún más allá la propuesta de Olluquito con Charqui a más personas que puedan acompañarnos en esta gran aventura culinaria.
Si tuvieran que ponerle una banda sonora a Olluquito con charqui, ¿cuál sería el playlist?
Sebastián: Debo confesar que nunca me lo había preguntado y que no soy un experto en música peruana tradicional. Pero siguiendo la lógica del proyecto, supongo que buscaría primero que nada todas las canciones que invocan nuestra cultura culinaria. Como “Sabor peruano”, de Julio Rey y muchas más que no se me ocurren. Ahora, las canciones deberían funcionar también desde el punto de vista de los alimentos pues el tema del paladar humano es algo que sólo entra al final. Sería bueno hacer una lista de canciones que caractericen a los distintos grupos de alimentos según su procedencia. La idea es que cada alimento tiene su trayectoria y representa grupos étnicos y culturales específicos, como la cebolla que es una tapada limeña muy criolla o los ollucos que se cultivan en la sierra central y que posiblemente bailarían huaynos en el cajón de las verduras.
Así que sería todo un trabajo de investigación y de hacer que encajen las piezas para que no nos salga una chanfaina o un arroz con mango.
José: Qué difícil pregunta (risas). Seguro sería una colección muy diversa, dependiendo de las escenas y del tipo de música para cada personaje, pero podemos hacer un ejercicio de imaginación.
Para las salsas pienso que la electrónica noventera podría caer a pedir de boca. Heinzler escuchando “Just can´t get enough” de Depeche Mode mientras mira la extensión de su reino o Kraftwerk poniendo, por supuesto, “Computer love” a la hora de prepararse para darle su primera unción a un bocadillo recién llegado y seguro la Madre Superiora escucha en loop todo el día “La femme d´argent” de AIR, por eso siempre está como en otra.
Los ingredientes tendrían gustos más variados. Cuando Panka entra a cualquier chingana de pronto parece sonar “Demolición” y más tardecito con unas cuantas hielo-colas encima pasamos a “Yo pienso en ti” ambas de sus yuntas, los de Leusemia. A la señora Cebolla, cuando todos se van de local y se pone a limpiar, le gusta poner algún vals criollo corta venas que la acompañe como “Cuando llora mi guitarra” pero eso sí, también le entra a la salsa para ponerse sabrosona, pero nunca le pongas “Mi media mitad” de Rey Ruiz porque se pone agria.
El Tayta Charqui canta bastante bien y lo puedes escuchar entonando “Inti sol” de Manuel Silva casi todas las mañanas. Finalmente, nuestro querido Olluquito parece que a donde va lo acompaña de fondo “Primavera” de Lucho Quequezana, excepto claro está cuando decidido a tumbar la puerta del cielo de una patada, para eso pone a todo volumen para que lo escuche Freón entero, “Niño bomba” de Cuchillazo.
Ahí va la propuesta en Spotify:
¿Cómo ven la escena del cómic nacional en la hora actual?
José: Hay muchas iniciativas al mismo tiempo sucediendo, cada vez más hay cómics de un gran nivel, de hecho, este año hubo grandes títulos nacionales con apuestas por historias y estéticas interesantes.
Sin embargo, siento que aún falta mercado, necesitamos desarrollar más la demanda para que pueda haber una mayor oferta que articule los muchos talentos visuales y narrativos que tenemos de sobra en nuestro país. Veo en las librerías anaqueles enteros de cómics americanos, manga japonés pero la sección nacional es pequeña y poco visitada aún.
Sebastián: Gente admirable que necesita mucha pasión por el cómic para poder seguir insistiendo en un mercado con poquísimos lectores y ganando una miseria.
¿Hay propuestas de autores peruanos que hayan llamado su atención?
José: Quizá lo que más me gusta es la cantidad de ilustradores que han explotado en Instagram, sin duda la cantidad de propuestas originales es sobrecogedora.
Como cultura somos muy visuales, tenemos una infinidad de referentes propios y de la cultura pop que nos hace únicos. Estos creadores digitales demuestran el gran potencial gráfico y conceptual que tenemos. Lo tenemos todo para ser una potencia en la narrativa visual.
Sebastián: He conocido a grandes autores cercanos a mi generación en los concursos de historieta. Miguel Det, Lucho Rossell, Jesús Cossio, Markus y varios más. Pero como artista creo que me impresionado más el trabajo de algunos caricaturistas como Mechaín, que tiene un excelente nivel.
La verdad, nunca me llamaron la atención los cómics de superhéroes que es lo que la mayoría conoce. Cuando era adolescente, era más fan del comic español, francés y argentino. Tenía una gran colección. Mi Dios del dibujo era Alberto Breccia, y mi Dios humorístico, el Negro Fontanarrosa, ambos argentinos. También tuve la influencia de mi tío Ítalo Núñez que editaba la revista “El Idiota Ilustrado” donde reunía a toda la mancha de “Monos y Monadas”. Humoristas, poetas y artistas geniales como Rafo León, Juan Acevedo, Carlín, Molina, Lorenzo Osores, José Watanabe, Antonio Cisneros y Alonso Nuñez entre otros. Como diría Alfredo Villar: “Los 80’s fueron la edad de oro del humor gráfico en el Perú”. Así que tampoco espero mucho a futuro pues el cómic no es una industria en crecimiento. Más bien creo que es una luz que se viene apagando desde entonces.
¿Podemos esperar una nueva entrega de la dupla Burga – Aburto en cómic?
José: Por ahora, estamos tomando un descanso de este formato que es tan hermoso, pero tan demandante al mismo tiempo. Queremos dedicarle tiempo cada uno a sus proyectos personales por ahora.
Sebastián: Creo que esta ha sido una dupla creativa muy prolífica. Nuestra sociedad funcionaba no sólo como una forma de potenciar nuestra creatividad recibiendo un excelente feedback de nuestras locuras sino también como un medio para hacer nuestros proyectos realidad. Era una mecánica donde nuestras ideas tenían el mismo valor pero José era el creativo-financista y yo era el creativo-mano de obra o encargado del arte. Actualmente ambos estamos más enfocados en nuestros propios proyectos pues ambos ya teníamos varios en espera. Como la propuesta de metaverso peruano que acabo de terminar llamada República del Más Allá, ganadora del premio de “estímulos económicos” del Ministerio de Cultura. Se trata de un videojuego-galería muy realista ambientado en el cementerio Presbítero Matías Maestro, Barrios Altos, en el que puedes encontrarte no sólo con los fantasmas de grandes intelectuales del bicentenario -como Manuel González Prada, Mercedes Cabello, César Moro y José Carlos Mariátegui- sino también con algunos mitos populares bastante macabros pues es un cementerio plagado de historias que se creó justo después de la independencia. Una vez terminado el baile de Norka Rouskaya eres guiado por los fantasmas ilustres en la recolección de sus mejores frases repartidas por los pabellones del cementerio, que son la llave de acceso a sus criptas, que a su vez poseen un pasaje directo a las galerías secretas del Uku Pacha.
Todo fue realizado durante el 2021 con ayuda de la investigadora Irene Arce, la conocida curadora Patricia Ciriani y un muy buen equipo de programadores y diseñadores. Aquí estoy oliendo nuevamente muchas posibilidades que abarcan desde videojuegos educativos hasta la organización de eventos culturales en realidad virtual, así que ando muy entusiasmado y quiero seguir explorando nuevos medios por mi cuenta. Sobre todo, animación 3D.
Si tuvieran que definir a Olluquito con charqui en tres palabras, ¿cuáles serían?
Sebastián: Dado que la historia consiste en una revolución de alimentos orgánicos que deciden sacarse el sabor impuesto por las salsas artificiales para hallar su propia identidad, creo que ambos estamos de acuerdo en que la frase sería: Encuentra tu sabor.
Aunque si tuviera que definirla en 2 palabras bien podría ser: Estamos fritos.
José: Encuentra tu sabor.
LOS AUTORES
Sebastián Burga aka Bastian Bestia, es un artista cuya obra transita entre los límites de múltiples lenguajes creativos propios de la escultura, el diseño industrial, el diseño gráfico, la ilustración y el arte contemporáneo. Después de ganar varios concursos de historieta durante su adolescencia, Bastian se graduó como escultor en la Pontificia Universidad Católica del Perú, en el 2003. Posteriormente, en el 2009, realizó un máster en Artes Plásticas en la Universität der Künste Berlin (Universidad de las Artes de Berlín). Recientemente, ha sido incluido en el libro ABC del diseño industrial latinoamericano, una selección de diseñadores que reúne a los cinco mejores exponentes de cada país de la región.
Atraído por el absurdo y la parodia, se dedica a crear universos que se traducen en productos o incluso marcas ficticias, como una libre apropiación de la estética industrial para la creación de objetos singulares. Como una suerte de copycat y autodefinido como homo ludens, Sebastián Burga absorbe diversos lenguajes artísticos y los llena con su propio contenido en proyectos independientes, en los que se pretende que tanto las ideas como las formas encajen con precisión matemática. Además de sus conocidos juguetes, también hace esculturas cinéticas, juegos de mesa, muebles, caricaturas, cómics y todo lo que vaya con su búsqueda de experimentar y hacer su propia versión de lo que le apasiona en el campo del arte y el diseño.
Entre sus trabajos más conocidos, está la serie de juguetes Minimals (2008-2015), una colección de tiernos animalitos humanizados con formas geométricas, en formato juguete-escultura-fetiche posmoderno, fabricados en madera y pintados con brillantes colores.
Trabajando en Extravía, desarrolló junto con José Aburto varios proyectos como el hoax del edificio monstruoso sobre el Teatro Colón, Los palcos del descubridor (mejor conocido como el Choclo Colón); Inkarri, el robot incaico que lucha contra las mineras, y la novela gráfica Olluquito con Charqui, en la que retoma su antigua afición por la historieta.
José Aburto aka José AZ, es un poeta experimental peruano, escritor, publicista, profesor universitario y artista con más de veinte años de trabajo continuo. Sus investigaciones están enfocadas en el impacto que tienen las formas de expresión vinculadas con el lenguaje en relación con las posibilidades del mundo digital, gráfico y artístico, que reinterpretan el quehacer literario desde su propia perspectiva: interactiva, tecnológica y personal.
Cree profundamente que el lenguaje es una materia dúctil, capaz de tomar muchas formas y que se potencia con el cambio: a veces lineal, a veces disgregado, otras visual pero nunca predecible.
Sus proyectos han sido galardonados con el primer puesto del Premio Nacional de Poesía Adobe Editores, el primer premio del concurso de instalaciones de gran formato Centro Abierto y ha quedado como finalista en el Premio Nacional Copé. En el 2001, su poemario Abrúmate suspiro fue publicado por la revista Hueso Húmero.
A nivel internacional, algunos de sus trabajos han sido seleccionados para colecciones como la Antología de Literatura Electrónica Latinoamericana y la Electronic Literature Organization. También ha sido parte de exposiciones en más de diez países, entre los que figuran México, EE. UU., Portugal, Bolivia, Canadá y Noruega.
Como docente, ha dictado a nivel universitario en la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad del Pacífico, la Universidad de Piura, entre otras.
Sus investigaciones en poesía se encuentran en http://www.joseAZ.pe