Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía

Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía

“Me interesa la precisión formal, pero siempre al servicio de una realidad alterada”

El artista Rodrigo Núñez Mas (Lima, 1988) está presentando en la galería de Tierra Baldía “Algo roto”, su primera exposición individual.
La muestra reúne una selección de pinturas que hizo Núñez en el arco temporal de más de una década. En estas obras, el artista construye un universo introspectivo y melancólico, donde la belleza y la fragilidad se entrelazan. Los cuadros presentan objetos y escenas impregnados de misterio y aislamiento, dejando entrever emociones fragmentadas y un delicado filo que atraviesa sus composiciones. Se trata de una propuesta íntima y contemporánea que busca redescubrir la belleza oculta en lo imperfecto.

Núñez Mas es egresado de la Universidad de Lima e hizo un máster en dirección de arte en la escuela de cine ESCAC en Barcelona y desarrolló su carrera en el ámbito audiovisual. Aunque tomó algunos talleres en la escuela Corriente Alterna, su formación pictórica es principalmente autodidacta. En rigor, su propuesta tiene el sello de un lenguaje propio alimentado por su imaginación e intereses como el cine y la música.
Nieto del reconocido pintor peruano Teodoro Núñez Ureta, Rodrigo hereda una conexión artística que, si bien no se refleja directamente en su estilo, puede asumirse como parte de su sensibilidad creativa. Con el objetivo de ahondar en su trabajo y lo que significa esta primera expo en su carrera, conversamos extensamente con él.

Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Rodrigo Núñez Mas fotografiado por Deyna Hamide

Rodrigo, en «Algo roto» defines un universo introspectivo y melancólico. ¿Qué aspectos personales de tu vida o de tu visión del mundo influyen más directamente en esta estética de la fragilidad y el misterio?
Creo que en muchos casos lo introspectivo y melancólico que mencionas puede venir de un lado depresivo y solitario que ha estado muy presente en mi vida. La mayoría de imágenes que están en mis obras son imaginadas involuntariamente así que el proceso muchas veces no es tan consciente, pero de todos modos está ahí y de alguna manera está representado por estos elementos y personajes que se encuentran siempre aislados en espacios poco definidos.

El misterio en el arte es algo que siempre me ha cautivado porque el desconcierto te invita a pensar en lo que subyace detrás de lo que estás viendo. De hecho, diría que el arte es un medio para descubrirse porque te muestra a ti mismo de qué forma percibes el mundo o tus experiencias.

Por ejemplo, las obras duales Rosa creciente I y Rosa creciente II tienen esta característica de fragilidad y misterio, como cierta sensación de despertar espiritual u ocaso espiritual, si tiene algún sentido decirlo así. Es algo que me transmite como imagen ya plasmada y me da pie a descubrir esas capas de la obra o de mí mismo. Pero durante el proceso había una motivación más estética por mostrar estos elementos y un carácter obsesivo de querer hacer dos versiones de algo que tenga exactamente la misma forma.

Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Rosa creciente I, óleo sobre lienzo, 40x60cm (2020)
Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Rosa creciente II, óleo sobre lienzo, 40x60cm (2020)

Aunque has sido influenciado por disciplinas como el cine y la música, tu obra parece tener una cualidad visual que se aleja del enfoque narrativo típico del audiovisual.
¿
Cómo transformas esos intereses en un lenguaje pictórico propio y qué relación encuentras entre el cine y la pintura en tu proceso creativo?
Varias de las obras están influenciadas por el cine y la música porque están muy metidos en mi imaginario. La música en particular dice mucho para mí, es muy evocativa, poética y variada; siempre habrá una canción de resuene con el mundo interior de una persona. Por ejemplo, la pintura Mi vida bajo el agua lleva ese título por una canción de Christina Rosenvinge que dice “… creí que moría en la profundidad mas, oh qué sorpresa, aprendí a bucear…”. Para mí era el cierre preciso para lo que esa pintura simboliza, que por cierto es mi único autorretrato. Otro ejemplo es mi primer cuadro, “Antonio”, donde el gatito está expulsando cordones flexibles de plástico traslúcido y ese elemento me llamaba mucho la atención por un videoclip de Björk llamado Cocoon en donde ella expulsa esos cordones por la boca.

Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Antonio, óleo sobre lienzo, 55x40cm (2012)
Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Mi vida bajo el agua, óleo sobre lienzo, 70x50cm (2019)

En la muestra hay dos acuarelas que son tributo a dos películas que me marcaron de niño y adolescente. La primera es Tocar el huso, que es la rueca maldita en La bella durmiente. Diría que esa película debe haber sido mi primera influencia estética porque realmente me obsesioné y torturaba a mi mamá haciendo que me acompañe mil veces a verla, hasta hoy es mi película de animación favorita. La segunda es No hay banda que es la llave del plano fantástico en “Mulholland Drive”. Busqué un elemento que sintetizara el espíritu de cada película y coincidentemente tienen una característica en común de objeto mágico. La llave azul además es un símbolo del paralelo entre fantasía/sueño y realidad/pesadilla; para mí David Lynch logra demostrar cuál es la “magia” del cine en esa película. Es uno de mis ídolos y el interés en su obra me llevó a descubrir muchísimas cosas nuevas, me dio mucha pena su muerte. Por ahí hay también un dibujo de los talismanes de Sailor Uranus y Sailor Neptune que me parecen objetos de poder muy simbólicos y hermosos.

 

Mencionas que tu formación en pintura es principalmente autodidacta, ¿cómo defines tu estilo y qué crees que aporta esta libertad de exploración fuera del marco convencional?
Mi formación académica “oficial” es en comunicación audiovisual y dirección de arte. Y mi formación en artes plásticas ha sido a través de algunos talleres de pintura y dibujo anatómico que funcionaban más a modo de asesorías que como clases.
Tuve a Patty Gygax como profesora del taller de pintura y fue una buena coincidencia porque me tenía mucha paciencia. Tal vez la libertad que me da eso es poder acercarme a la pintura sin los “automatismos” de ciertos procesos técnicos, en todo caso prefiero verlo más como una libertad que una limitación. Por ejemplo, hay algunos ejercicios clásicos que no he hecho como el bodegón en blanco y negro, pero he terminado explorando y aprendiendo por interés propio la ejecución de distintas armonías de color y representación de materiales que me parecen atractivos como el vidrio en Algo prestado, algo roto y látex en Bajo control. La primera alude un poco a la ruptura de la idea de príncipe azul y la segunda fue hecha solo por querer trasladar esa imagen que tenía en la cabeza, pero creo que tiene que ver con dominación.

En cuanto a mi estilo, me parece que se puede definir como figurativo y surrealista. Me interesa la precisión formal, pero siempre al servicio de una realidad alterada. Prefiero utilizar la pintura para crear imágenes que no existen en el mundo real, sino en un espacio intermedio entre lo tangible y lo onírico.

Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Algo prestado, algo roto, óleo sobre lienzo, 40cm de diámetro (2022)
Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Bajo control, óleo sobre lienzo, 65x81cm (2023)

La exposición presenta objetos y escenas que evocan un delicado filo emocional. ¿Qué importancia tiene para ti la imperfección y la fragmentación en tus composiciones, y cómo logras equilibrar la belleza con el desgarro?
Creo que cuando una obra tiene una ligera disonancia o extrañeza, gana una capa adicional que la aleja de lo predecible. Como lo que mencionaba al principio sobre las obras que te desconciertan; te dan pie a meterte en el mundo que tienes en frente y profundizar en sus distintos ángulos o significados. Esa tensión entre lo “bello” y lo “turbio” ha estado presente en mis imágenes de manera involuntaria hasta ahora; no es algo premeditado, pero casi siempre parecen venir con ese tono.

Con el montaje de la muestra y el texto curatorial, he podido racionalizar mejor ese rasgo de mi trabajo. La humanidad es parte del universo y tiene un carácter místico, pero también es medio perversa. Tal vez ahí radica ese “filo” que mencionas, donde lo hermoso se desmorona y lo roto adquiere un matiz más atractivo.

Como nieto de Teodoro Núñez Ureta, ¿sientes que el legado familiar influye en tu arte? ¿Cómo manejas esa herencia artística en relación con tu propio camino creativo y tus elecciones estéticas?
Más que en la parte estética, la influencia viene del entorno en el que crecí. De niño vivía en el taller que construyó mi abuelo, donde había materiales de arte que mi papá me enseñaba a usar. Para mí era normal pintar, dibujar o modelar arcilla. Había espacio para experimentar y creo que parte de eso debe haber quedado en mí.

De adolescente me alejé del arte plástico y consumía muchas películas y música, como ya comenté. Así que me he influenciado más por eso, el arte contemporáneo, tal vez un poco de “cultura pop” y mi “mundo interior” supongo.

Lo que pinto tiene una estética artificial y fantástica, bastante alejada del realismo social y la tradición muralista de mi familia. Son épocas y motivaciones distintas, mi trabajo resuena con otro tipo de inquietudes estéticas, pero hay una herencia en cuanto al vínculo con el arte en sí y la agradezco.

Rodrigo Núñez en galería de Tierra Baldía
Rodrigo Núñez fotografiado por Isabella Serna en la galería de Tierra Baldía

Las claves de “Algo roto” de Rodrigo Núñez Mas en Tierra Baldía
Va hasta el 28 de febrero.
Dirección: Av. del Ejército 847, segundo piso – Miraflores.
Horarios: de martes a sábado de 12:00 a 20:00 horas.

 

Por Leonardo

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