En agosto nos vemos | leonardo.pe

Leímos «En agosto nos vemos» de Gabriel García Márquez y la comentamos brevemente.

#QuéLeeLeonardo

Dos horas después, Ana Magdalena le dio una última mirada de compasión a su propio pasado y un adiós para siempre a sus desconocidos de una noche y a las tantas y tantas horas de incertidumbres que quedaban de ella misma dispersas en la isla. El mar era un remanso de oro bajo el sol de la tarde. A las seis, cuando el marido la vio entrar en la casa arrastrando sin misterios el saco de huesos, no pudo resistir su sorpresa.
– Es lo que queda de mi madre – le dijo ella, y se anticipó a su espanto.
– No te asustes -le dijo-. Ella lo entiende.
Más aún, creo que es la única que ya lo había entendido cuando decidió que la enterraran en la isla.
– Página 122, En agosto nos vemos.

En agosto nos vemos | leonardo.pe

Elegimos este párrafo del libro por una suerte de nostalgia anticipada, después de todo, volver a leer algo nuevo de Gabo no es cosa de todos los días.
Se trata de una novela corta que lleva el sello propio de su autor, en un tono menor, quizá, es cierto. No estamos ante el círculo perfecto de Crónica de una muerte anunciada o el portento creativo que supone siempre Cien años de soledad.
En rigor, nos parece que la extraordinaria maquinaria de marketing y publicidad que rodeó su lanzamiento; los dispares y algunos hasta disparatados comentarios en torno a si debía publicarse o no, centran la mirada en otros afanes y eso hace que muchos pierdan de vista la inmensa devoción de Gabo por nuestro idioma, por los giros, las situaciones, la psicología femenina y el amor como eterno motor de la vida y de las vidas de sus personajes.

Gabriel García Marquez | leonardo.pe
Gabriel García Márquez fotografiado por L.M. Palomares

Seguir el rastro de Ana Magdalena Bach; sus lecturas, sus viajes y retornos, deseos, goces e incertidumbres supone un repaso de todos los personajes femeninos que Gabo construyó en sus libros; es única, pero tiene algo de Remedios, de Úrsula, de Amaranta y de todas esas maravillosas mujeres que nos regaló el escritor. Puede que para ciertos especialistas algunos de los personajes no estén tan bien perfilados como quisieran, pero eso no le quita mérito a todo el conjunto.

Leer esta novela  es volver a conversar brevemente con Gabo; tomarse una cerveza bien fría en una noche de verano; escuchar una canción que trae recuerdos casi olvidados e irse a dormir con la certeza de que el universo femenino, como la vida misma, tiene sus propios e insondables misterios, sus arcanos saberes y la ternura inefable de un beso en la madrugada.
Leer a Gabo es darse un tiempo de calidad, siempre.

Gabo | leonardo.pe
Gabriel García Márquez fotografiado por L.M. Palomares

Por Leonardo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *