Augusto Effio, Nuestros venenos
Augusto Effio: “Lo que caracteriza a una buena novela negra no es la trama…lo que importa es la voz que nos conduce a descender a los infiernos”
Han pasado varios meses desde que leí Nuestros venenos, la novela de Augusto Effio Ordóñez (Huancayo, 1977). Casi al vuelo, luego de una rápida digestión de lector, le comenté vía WhatsApp que en un primer momento me trajo una bocanada de L.A. Confidential de James Ellroy por esa pátina cloacal adherida a la trama. Pasaron los días y la avalancha de comentarios, reseñas, entrevistas, críticas y disecciones alrededor de la novela se sucedieron dejándome seriamente tocado por el síndrome del impostor; simplemente no sabía qué más podía preguntarle al autor sobre su obra.
En rigor, Effio me parece un autor con sello propio, dueño de una prosa de pulcra construcción y artesano de contundentes frases y párrafos; capaz de desplegar de manera poderosa y singular sus referencias generacionales y sus mundos particulares. Luego de dos celebrados libros de relatos: Lecciones de origami y Algunos cuerpos celestes, tocaba en suerte ahora, releer su primera novela y luego, conversar con él.
Fue así que Nuestros venenos me permitió refrendar su carácter de autor con oficio, con armas propias y ajenas, dueño de su propio carril y de su propia velocidad. Effio recorre con solvencia y precisa pisada la vía de transición entre el cuentista y el novelista. Ya en Algunos cuerpos celestes, con el cuento Berisso y el Oso Maldonado, nos había dado el clarinazo de su devoción por el género negro, y en este reto de largo aliento, Effio no solamente genera un consenso unánime, sino que, además, se permite regalarnos personajes de notable calado y proyección.
Recuperado ya gracias a la relectura de la novela, abordé a Effio con algunas preguntas que buscan perfilarlo de una manera diferente, más relajada y menos académica, más cercana a la gente de a pie.
Augusto, ¿cuál es el playlist de Nuestros venenos; con qué canción arranca y con cuál termina?
– La pregunta que estaba esperando. Casi al inicio de la novela me di el gusto de incluir una secuencia en la que un matón a sueldo persigue a sus víctimas entonando pasajes de “El triste”, de José José. Detrás de la cursilería y aparente candidez de la música de tótems como José José, Julio Iglesias, Silvana Di Lorenzo, José Luis Perales, Mari Trini o Dyango, uno puede hallar esas frases-latigazos que te desarman. “Es mi vida un desierto con el viento a tu favor”, dice Camilo Sesto. Soy un erudito en ese tipo de música (que, además, tiene verdaderas orquestas detrás de los arreglos) y algo tenía que hacer con esos megas de información en apariencia inservibles.

Hay frases que son como martillos y hasta me parece que deberían estar en nuestro refranero popular, por ejemplo, la de no discutir con un sonámbulo o la de págame un trago decente, entre otras. ¿Cómo llegaron y se quedaron?; ¿cómo fluyeron, qué tanto trabajo te dio?
– Me encanta esa imagen de las frases que caen como martillos o látigos. Por un lado, soy un gran lector de aforismos como los de Mencken, Lichtenberg o Cioran. En español, nadie como Juan Villoro para armar cuentos y novelas a partir de aforismos. Pero también el cine negro se define por esos duelos verbales en los que los personajes se lanzan esos dardos rotundos, concluyentes. “No voy a discutir con un sonámbulo, tengo miedo de que se despierte y se rompa la nuca” es una frase que tomé de Sunset Boulevard a modo de homenaje. Me quedé con una sugerente para la próxima novela: “No hay nada que no se pueda acomodar con un poco de saliva”.
¿Qué personaje fue el que más trabajo te dio para perfilarlo?
– Álvaro Córdova Schaefer, el millonario perromuertero que lapida de a pocos la fortuna familiar. El mundo donde la plata sobra, pero sobra de verdad, es un mundo que apenas intuyo, con el que apenas he tenido contacto y para contarlo bien necesitas saber detalles, minucias que me son ajenas. Traté de documentarme para hacer algo decoroso.
Eres abogado y la novela tiene personajes que ejercen como tales con singulares acomodos e intereses; ¿es nuestro sistema judicial lo más cercano a la casa del jabonero?
– Si bien la expresión “abogado del diablo” es una redundancia, la mugre no es patrimonio de los abogados. Todos los días sabemos y nos enteramos de atrocidades en las que están involucradas personas de los oficios y profesiones más diversas.
Ramiro, Ulises, el Negro Carreño, Luzmila, Estrella, todos son personajes irredentos, ¿los trazaste así desde el principio?
– “Todos tenemos nuestras esquinas sin barrer”, se dice en algún tramo de la novela. En la sociedad en la que vivimos no hay más inocentes, todos tenemos una cuota de responsabilidad con lo que está pasando o dejamos que pase. Me interesaba que este signo de nuestros tiempos, del sálvese quien pueda, del cinismo como estandarte, se reflejara en mis personajes.
¿Qué tan cerca o lejos estamos ahora mismo de lo que pasa en la novela? ¿Podemos decir que es una placa radiográfica de nuestra situación actual como país?
– La novela aspira a ser un espejo de feria, un espejo el que el lector vea acentuadas sus propias deformidades y se sienta incómodo. Una de las primeras reseñas que de la novela que leí en Goodreads decía que no es apta para estómagos sensibles.
¿Cómo fue la ida y vuelta creativa con Eduardo Tokeshi para la estupenda carátula del libro?
– Eduardo es tan capo que bastó una tarde y un café para llegar a la idea final. A quienes tengan el libro, les recomiendo que vean cada uno de los detalles de los restos de diarios chicha pegados al arma, nada es gratuito.
La figura de García Pérez se siente como una suerte de espectro mirón en la novela, ¿qué te motivó a ponerlo en la trama y tejer la historia completa teniéndolo como parte de la misma?
– El García Pérez de carne y hueso (más carne que hueso en sus últimos años) no es un personaje. Es, en todo caso, un símbolo. La novela terminó de cuajar en su estructura cuando me pregunté: ¿si es verdad que Alan simuló su suicidio para huir de la justicia, de quién es el cuerpo que lo reemplazó? A la novela le sirve más la leyenda alrededor de la huida que el personaje histórico.
Luego de escribir dos libros de cuentos, te estrenas como narrador de largo aliento; ¿en qué momento germinó la idea y empezaste con Nuestros venenos?
– La trama de abogados, matones, empresarios y dueños de diarios chicha envueltos en un engranaje de extorsiones sexuales a mujeres de la clase alta limeña y el cobro de una jugosa comisión es muy antigua. Pero siempre estuve a la caza de sumarle a la historia una dimensión “pública” que vaya más allá de la vida miserable y diminuta de estos maleantes de poca monta, que finalmente llegó cuando me hice esa pregunta (¿de quién es el cuerpo que lo reemplazó?) el día que todos nos enteramos de la muerte de Alan García. Mis dos libros de cuentos no están muy lejos de esta novela.
Vengo hablando de la misma mugre hace mucho.
Nuestros venenos es una novela negra por una serie de características muy propias y muy peruanas, además, ¿nació así? ¿De dónde proviene tu gusto por este género, Augusto? ¿Dónde ubicas a tus referentes?
– Andreu Martín dice que el género negro es como una máscara de soldar que te permite trabajar con metales pesados. “Nuestros venenos” es una novela negra. Así fue concebida. Lo que caracteriza a una buena novela negra no es la trama, importa poco descubrir quien cometió el crimen o quién se quedó con el dinero, lo que importa es la voz que nos conduce a descender a los infiernos. Mis referentes son muy variados: Chandler, Ellroy, Vachss, Flinn, Bruen y tantos otros.
¿Cuánto tiempo te tomó escribir Nuestros venenos entre la primera y última línea?
– Esta novela es resultado de múltiples fracasos previos. Las primeras versiones deben ser de inicios de los 2000 y le puse punto final el 31 de marzo de 2023. Cuando fui a ver las propiedades del archivo, me enteré que, al final, tuvo 887 versiones.
La que siempre hacemos para cerrar, Augusto; ¿qué te sigue emocionando?
– Llevar a mi hija a ver árboles, esas charlar interminables con Fio, mi pareja, encontrar un libro que te obliga a necesitarlo, una mesa con amigos, un nuevo gol de Paolo Guerrero, una nueva derrota de Chile, si es con la cara larga de Arturo Vidal, mejor.