Gabriela Sologuren y el yoga | leonardo.pe

Gabriela Sologuren y el yoga

Gabriela Sologuren: “Cuando estamos en equilibrio y conectados con nosotros mismos y nuestra esencia, es más fácil crear desde la autenticidad”

Más allá del exotismo o la rareza que suponía hace años atrás fomentar el estudio y la práctica del yoga en nuestro medio, vale la pena recuperar el sentido primordial de su acepción. Se trata de un término que proviene del sánscrito y que significa “unión”, referida, de manera concreta, a la conexión entre el cuerpo, la mente y el espíritu, así como la conexión del hombre con el universo. El yoga es una disciplina milenaria de origen indio que busca equilibrar las energías del cuerpo y la mente.

Hace casi 20 años atrás, Gabriela Sologuren tenía la idea de desarrollar un retiro de yoga en la Amazonía, sin embargo, terminaría abriendo un estudio en una ciudad que casi no tenía lugares donde practicar esta disciplina, así como tampoco había escuelas para formar profesores certificados.
En ese camino e iniciando lo que sería su propia ruta de aprendizaje y encuentro, fundó LimaYoga. Formada como bióloga, Gabriela pasó luego al yoga, siguió con el ayurveda y posteriormente, con el coaching ontológico, disciplina en la que también se certificó. El trabajo que ha desarrollado al frente de su estudio convierte su experiencia en una valiosa fuente de consulta y proyección. Del yoga y otros temas, conversamos con ella.

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Gabriela Sologuren

Gabriela, hacia el 2006, el escenario para el yoga en nuestra ciudad era muy diferente. Desde tu perspectiva ¿de qué manera ha evolucionado tu visión inicial? ¿cuáles han sido las claves para adaptarte y prosperar en nuestro mercado; para mantener la resiliencia y la pasión por lo que haces?
Mi idea original era crear un retiro de yoga en la selva, pero la vida me llevó por otro camino y terminé abriendo un estudio en la ciudad. En ese entonces, no existían retiros en Perú, y ahora hay muchísimos en todo el país. Si mi idea inicial hubiera prosperado, quizás habría fundado uno de los primeros.

Cuando inicié LimaYoga, soñaba con hacer algo grande, pero nunca imaginé todo lo que lograríamos construir ni cómo perduraría en el tiempo. Fuimos pioneros en la formación de profesores de yoga, y a partir de ahí, la comunidad creció enormemente. Hoy, hemos formado a más de 600 profesores, y eso ha contribuido a la expansión del yoga en Lima y en algunas provincias, y esa, precisamente, es y fue mi visión: que más personas se beneficien de esta maravillosa práctica.

Creo que lo que nos ha sostenido es la autenticidad y la fe en lo que hacemos. Siempre hemos trabajado con la mejor intención y con un propósito claro. Dicen que cuando algo se hace desde un propósito elevado, el universo conspira a favor. Pero también ha sido clave el esfuerzo constante: soy trabajadora, perseverante y perfeccionista, y siempre busco que todo lo que hacemos tenga el mejor nivel posible. Esa energía nos ha permitido mantenernos firmes incluso en momentos tan desafiantes como la pandemia, pero, como todo, tiene su lado oscuro: la sobrexigencia, que afecta mi salud y con la que siempre trato de lidiar, buscando mi propio equilibrio.

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En comunión con la pregunta anterior, ¿cuáles fueron los obstáculos más complicados que superaste en estos casi veinte años de trabajo?
Los dos momentos más difíciles que he enfrentado fueron la pandemia y la decisión de vender la escuela.

La pandemia representó un reto enorme: la presión de sostener la escuela, cubrir los gastos y afrontar las deudas fue muy intensa. Llegamos a tener siete estudios, y poco a poco tuvimos que cerrar varios.

El otro gran desafío surgió cuando, antes de la pandemia, recibí una oferta para vender LimaYoga. Me ofrecieron una suma importante y muchas personas cercanas me aconsejaron aceptar, pero para mí la escuela es más que un negocio: es parte de mi vida, casi como un hijo. Decidí no vender y, al llegar la pandemia, comencé a cuestionar si había tomado la decisión correcta.

Hoy, mirando en retrospectiva, me alegra haber seguido mi corazón y haberme quedado con LimaYoga.

Todos tenemos búsquedas y propósitos en nuestras vidas; en tu caso has explorado la biología, el yoga, el ayurveda y el coaching ontológico. ¿De qué manera lograste armonizar estas disciplinas y cómo se fueron acomodando en tu vida?
Todas estas disciplinas tienen en común el tratar de comprender la vida y a nosotros como seres que forman parte de ella. Desde la parte más burda, que es el plano físico, hasta nuestra mente, nuestras emociones y el más sutil, el plano etéreo, lo espiritual, lo energético y no tangible. Y creo que todas ellas me ayudan a entender un poco todo este misterio que es el mundo y uno mismo. Todo lo que he aprendido también ha sido como parte de mi búsqueda por sanar, por ser mejor. Me identifico más como alguien en constante búsqueda y apredizaje, que comparte con los demás lo que descubre que le hace bien, más que una maestra o una coach.

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Siendo como somos, un medio con foco en cultura creativa, ¿cómo ayuda el yoga a canalizar, incrementar y/o mejorar la producción creativa de un artista, o de una persona que no se dedica necesariamente al arte?
De varias maneras. Una es a partir del plano físico. Cuando el cuerpo está tenso y rígido, es difícil que la mente se relaje y aflore la creatividad. Se sabe que en los momentos de relajo es cuando la gente tiene las mejores ideas. A mí se me ocurren muchas cosas o resuelvo problemas cuando estoy en savasana (postura del cadáver, la que hacemos al final de la práctica). Cuando practicamos yoga, el cuerpo se suelta y es más fácil dejar fluir la creatividad.
El yoga también trabaja el campo energético y espiritual, y cuando estamos en equilibrio y conectados con nosotros mismos y nuestra esencia, es más fácil crear desde la autenticidad.

Actualmente existe un creciente interés por el bienestar integral como un concepto de vida, ¿cómo visualizas el futuro del yoga en nuestro país? ¿Qué otros proyectos visualizas explorar en los próximos años?
Yo creo que esto es una gran onda expansiva y una corriente que no va a parar. Lo que nos toca es replantear la forma en que nos acercamos a terapias alternativas, rituales ancestrales y otras prácticas, muchas veces adoptadas sin profundizar en su origen ni en su verdadera esencia. Es fundamental honrar sus raíces y utilizarlas para enfrentar nuestros desafíos de manera consciente, en lugar de convertirlas en un simple escape en busca de placer o experiencias sensoriales.

Me visualizo organizando más cursos de transformación personal, trayendo maestros serios y renombrados. Pero, más que emprender proyectos nuevos a nivel empresarial, quisiera empezar a tener más tiempo para mí.

Ahora que mis hijos son más grandes, quisiera viajar, estar más en la naturaleza y hacer cosas que me gustan, como pintar.

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Para cerrar como siempre lo hacemos; ¿qué te sigue emocionando, Gabriela?
Me emociona la capacidad del ser humano de cambiar su vida, de reinventarse. Me emociona su capacidad de crear ya sea una obra de arte, una canción o un proyecto y la belleza que aún puedo encontrar en el mundo (dentro de toda lo feo y terrible que existe).

Por Leonardo

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