Formado como arquitecto en la Universidad Ricardo Palma entre los años 1995 y 2000, los inicios de Luis Ortiz de Zevallos Laínez (Lima, 1977), en el diseño industrial, se dieron cuando trabajaba, del 2001 al 2003, en el área de obras y proyectos para la red hospitalaria de ESSALUD, entidad principal de salud pública nacional. En el 2007, fundó Orbeat, su propio estudio de arquitectura y diseño de producto.
#LeoSubmarine
Entre las piezas de diseño creadas por Ortiz de Zevallos, destacan todo tipo de lámparas, sillas, mobiliario y accesorios utilitarios. Trabaja con materiales como el acrílico, el acero, la madera y sus derivados. Sus diseños han participado en las subastas Anuales del MALI (Museo de Arte de Lima) en el 2010, 2015, 2016 y 2020. Fue seleccionado por el BID (Bienal Iberoamericana de Diseño – Madrid) en 2010 y 2020 con su modelo de lámpara «Orbeat Orgánica» y “Orbeat Solar” respectivamente. En 2015 obtuvo el 2do puesto en el concurso Premio CASAS (Lima).
La conversación que tuvimos con él gira, ciertamente, en torno a la arquitectura, algunas anécdotas de singular color y conceptos propios. Gira, también alrededor de su relación creativa con el diseño de producto y la Moth Table o Mesa Polilla, en concreto, creada especialmente para una marca de prestigio mundial.
¿Cuáles han sido tus satisfacciones más entrañables como arquitecto?
Podría mencionar algunos proyectos que una vez terminados, debido al reto que significaron y al resultado, me trajeron muchísima satisfacción, como las lámparas “Flotante”, “Solar” y “Bobina”, una casa que diseñé en el campo o la última mesa “Moth” para Louis Vuitton. Pero lo más entrañable que recuerdo que me haya causado gran satisfacción han sido eventos que hoy existen como anécdotas. Específicamente un par de charlas que me tocó dar y un trabajo muy puntual que me ordenaron hacer y que cumplimos en mi paso por el sector público cuando trabajé en ESSALUD.
Una vez participé en un Pecha Kucha Night y tuve que exponer por primera vez en mi vida ante un gran público en un auditorio grande. La gente era en su mayoría jóvenes estudiantes, arquitectos, diseñadores y docentes. Si bien solamente tenía que explicar mi trabajo como arquitecto y diseñador, la falta de experiencia hablando en público casi me paraliza. En ese preciso instante recordé al maestro Enrique Ciriani. Él dio una charla magistral en la facultad de arquitectura de mi universidad cuando yo estudiaba y antes de iniciar su discurso dejó correr varios minutos sin decir una palabra. Se sintió un silencio sepulcral que parecía eterno y puso nerviosos a todos. De pronto dijo: “Buenas noches, quiero empezar diciéndoles que no estoy nervioso, estoy aterrado”. Se metió el público al bolsillo con ese inicio y lo que siguió fue una de las mejores charlas que vi en mi vida. No se puede repetir algo así, menos viniendo de un maestro como el arquitecto Ciriani, pero yo tenía un as bajo la manga. Era una diapositiva con la foto de Marilyn Monroe para la tapa de la primera edición de Playboy. La había reservado para la mitad de mi exposición en donde explicaría la relación que mis diseños tienen con las formas orgánicas de la naturaleza. Entonces cambié el orden de la charla, me presenté diciendo solamente mi nombre y lancé el desnudo de Marilyn por la pantalla gigante del auditorio. Explotó todo en risas y aplausos, el resto de la charla la disfruté al máximo; eso sí, terminó siendo una mezcla de arquitectura con stand-up comedy.
Otro momento muy gratificante, fue la charla que di en la Asamblea Nacional de Rectores del Perú, donde me invitaron para hablar sobre el uso de la luz en la arquitectura. Por primera vez fueron a verme mis padres, sentí que se reconocía de manera importante mi trabajo y me di cuenta que podía hablar con autoridad sobre un tema. Ya sabes, cuando van a verte tus papás quiere decir que la cosa es importante (risas).
Por último, una ocasión entrañable que me causó mucha satisfacción fue cuando pude decir misión cumplida a un trabajo que me ordenaron cuando empecé a trabajar en ESSALUD. Trabajé para el área de obras y proyectos de la red nacional de hospitales y policlínicos. Apenas ingresé, mi jefe dio la orden de que se levantaran los planos del gran hospital Edgardo Rebagliati Martins, conocido a secas como “el Rebagliati”.
El trabajo consistía en medir cada rincón de ese edificio, que es enorme, y con esa información generar planos de arquitectura nuevos. Los planos que se tenían eran de los años 50 y ya no eran 100% fieles a la realidad debido a las modificaciones y ampliaciones. A mi compañero y a mí –que éramos nuevos y teníamos apenas 21 años, se nos ordenó levantar los del sótano de los calderos. La verdad, no sonaba muy bien pero estábamos felices que nos tomaran en cuenta tan pronto para una responsabilidad en el Rebagliati. Los demás se habían anotado rápidamente para otros ambientes del hospital.
Llegamos entonces a primera hora al Rebagliati, con nuestras winchas y papel, y nos condujeron hasta el lugar, un sitio espantoso, oscuro, sucio y mal oliente. Parecía una mazmorra pero, en lugar de prisioneros, lo que vimos eran contenedores con partes humanas listas para ser cremadas. Hígados, riñones, pulmones, un par de apéndices, etc. Así fue como aprendimos porqué los hospitales necesitan calderos y chimeneas y porqué nadie quería hacer esa chamba; para esos están los nuevos, ¿verdad? Por un momento pensamos en renunciar pero finalmente lo hicimos. Medimos cada centímetro de ese antro, dibujamos los planos y se los dimos al jefe. “Jefe, aquí están los planos, si gusta puede ir y corroborarlos en el lugar…. No es necesario muchachos, muy buen trabajo”.
¿Es Lima una ciudad con identidad arquitectónica?
Más que una identidad creo que Lima tiene hoy, en el desorden, un rostro reconocible que el observador puede describir muy bien cuando la visita. Es una ciudad que está en un largo proceso de construirse una identidad arquitectónica propia que finalmente, en algun momento, va a cohesionar el sentido de pertenencia de sus habitantes.
La búsqueda que tuvo la aristocracia por una Lima afrancesada y europea a principios del siglo XX fue de alguna manera una copia que anhelaba un ideal progresista que nos insertara en el mundo. De muchas formas, eso me parece fue el primer proceso “chicha” que tuvo nuestra arquitectura.
Esa práctica aspiracional fue repetida esta vez por los provincianos que llegaron más adelante en masa a la capital en búsqueda de ese mismo ideal progresista. Asimilaron e interpretaron a su modo ese modelo arquitectónico copiando una copia y dando origen así a lo que conocemos hoy como arquitectura “Chicha”. Ese es el rostro actual más abundante en la capital y tiene elementos arquitectónicos reconocibles.
Pienso que debemos recuperar e incorporar algunos valores importantes que tuvo la arquitectura limeña antes del siglo XX. Ciertos materiales y tecnología ambiental que respondían al clima específico de la ciudad podrían rescatarse y replantearse en algún programa o plan a futuro para nuestra ciudad.
Si tuvieras que definir la corriente arquitectónica con la cual te sientes más
cómodo e identificado, ¿cuál sería?
Me siento cómodo con cualquier tipo de arquitectura que tenga un buen uso del espacio, de los materiales y que respete el entorno.
Y en cuanto a estilos, ¿a cuál te sientes más cercano?
Al estilo racionalista de la escuela Bauhaus.
Arquitectos que han marcado la visión de tu profesión.
Le Corbusier, Mies Van der Rohe y Alvar Aalto
Tu top cinco de obras arquitectónicas que más te emocionen.
La Catedral del Cusco, el Panteón Romano, el puente de Brooklyn, el Edificio Flatiron, la Villa Savoye.
Hace poco acabas de presentar un hermoso diseño llamado Mesa Polilla o Moth Table, ¿cuál es la historia detrás de esa creación?
Tale Design (proyecto que difunde y promueve diseño peruano contemporáneo) me contactó solicitándome una propuesta de diseño para una mesa. Era para la primera tienda que Louis Vuitton acaba de inaugurar en el Perú y tuvieron la visión de realizarla con un equipo de artistas y diseñadores peruanos. Desarrollé la propuesta y felizmente la eligieron.
Crédito: Fotos la Moth Table a cargo de Renzo Paucara
¿Qué inspiró la misma?
La mesa tenía que ser de madera. Luego tuve que pensar en una mesa que pueda adaptarse a distintos usos y funciones, ya sea como mesa de exhibiciones, de comedor o simplemente como un objeto contemplativo central. Si bien sabía que la mesa iba a estar en una tienda, no sabía exactamente para qué la iban a utilizar y lo mejor era tratar de que sea una pieza versátil. Tampoco podía ser una mesa delicada pues no conocía el tránsito de uso que iba a tener ni los esfuerzos a los que iba a ser sometida.
La idea fue entonces tratar de diseñar algo de aspecto muy ligero pero también fuerte, una estructura eficiente, con poco material pero resistente. ¿Qué mejor que observar esa eficiencia en la naturaleza? Así fue como nació el concepto de buscar entre los insectos alguno que estuviera íntimamente relacionado a la madera: la polilla.
¿Por qué la polilla?
Como decía, la polilla está íntimamente ligada a la madera, vive de ella y depende de ella. Al mismo tiempo, los insectos son los mejores exponentes que la naturaleza tiene en función a optimización y eficiencia. Sus diseños utilizan poco material pero tienen gran fortaleza
¿Cuánto tiempo te tomó la creación y fabricación de la mesa?
Aproximadamente, dos meses.
¿Habrá una serie de la Moth Table o es una edición única?
Si bien se trata de una pieza creada especialmente por encargo, sí es posible repetirla.
¿Alguna predilección especial por los materiales usados?
El encargo tuvo como única premisa que la mesa tuviera una base de madera (en este caso, fue cedro). El uso del vidrio y del metal negro son propuestas de diseño. Me encantan estos materiales pero no descarto trabajar con ninguno. El acrílico y el acero son dos de los materiales que más uso en mi trabajo pero también me gustaría incursionar en la cerámica y en el modelado del vidrio.