Giacomo Roncagliolo habla sobre su segunda novela «El fantastico sueño de aniquilar esto»

«Siempre hay que reservar un lugar para explorar nuestras fantasías, tanto las felices como las que abominamos.»

Giacomo Roncagliolo (Lima, 1989) escribe y hace música desde la adolescencia; es autor de poemas y cuentos que alguna vez se publicaron en un fanzine llamado Morfina. Su primera novela, llamada Ámok, fue finalista del prestigioso Premio Clarín de Novela en el 2017 y se publicó un año después. Entre esto y aquello, en un escenario definitivamente post pandémico, Roncagliolo vuelve al ruedo con su segunda novela, «El fantástico sueño de aniquilar esto» editada por el sello Random House. El joven autor nacional, quien acaba de cumplir 35 años hace poco, ha concluido así varios años de trabajo y el producto es una historia potente, incómoda, sumamente bien escrita y, sobre todo, lejos de ser solamente un libro para leer y olvidar.

 

Giacomo Roncagliolo : " El fantástico sueño de aniquilar esto" | leonardo.pe

Giacomo, esta segunda novela tuya te tomó, según señala una entrevista, cuatro años de escritura; ¿cómo la fuiste construyendo?, ¿cómo fue encontrando su propia voz?
Fueron dos años de escritura, dos de reescritura y dos de corrección, edición y espera. Desde el principio, la novela tuvo una premisa muy puntual y fantástica: un tipo borra el video en el que una adolescente aparece y al día siguiente se entera que la chica ha desaparecido. Más allá de esa premisa, no tenía muy claro hacia dónde avanzaría la trama; todo indicaba que se trataría de una especie de policial en el que el tipo que había borrado o hecho desaparecer a la adolescente tendría que hacer todo lo posible para encontrarla. En eso estaba cuando cayó encima la pandemia. Y con ella surgieron (o se visibilizaron) todo un conjunto de teorías conspirativas y apocalípticas en Netflix, en YouTube, en las noticias. Hubo algo adictivo y emocionante en eso de estar encerrado, esperando el fin del mundo, consumiendo todo tipo de hipótesis sobre cómo se vería la hecatombe. En ese momento, la novela dio un giro y acabó por tomar un vuelo distinto. Internet ya no era solamente el marco para contar la historia, sino la puerta de entrada hacia nuevas posibilidades fantásticas.

Siempre hay mucho de azar en esto de juntar tantas páginas y conseguir que adquieran un sentido. Supongo que la voz se va encontrando en ese camino raro y en la reescritura y en la corrección y en todos los procesos que aparecen después del primer borrador.

 

El título, Giacomo, ¿salió de un solo tiro o tuvo su proceso y borradores antes de quedar como tal?
Hasta casi el último tramo de la edición, la novela se llamaba b3bit4, así sin más (y quizás es como la sigo pensando o acaso su nombre de cariño). Se me aconsejó probar con otra cosa, la idea resonó conmigo y comencé a probar. Tomó varias semanas. Formulé primero la estructura, que es la misma que utilizan otros libros como La insoportable levedad del ser, La ridícula idea de no volverte a ver, El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El último cuerpo de Úrsula, en fin… Empecé a rellenar esa estructura con palabras que tuvieran más de una acepción dentro del universo de la novela: fantástico, sueño, aniquilar… Cuando el sonido me gustó, quedó.

 

La novela se dispara como un clásico thriller, pero va más allá al abordar temas como la adicción a la pornografía, la perversión, la culpa, la sexualidad y el deseo (y sus límites), y la influencia de la tecnología en todos estos tópicos. ¿Cómo equilibraste la representación de comportamientos perversos o adictivos sin caer en el discurso moralista?
La novela se apoyaba en un protagonista que se basaba mucho en mí, en mis culpas y adicciones y, por supuesto, también en la relación sexual y tecnológica que vengo llevando a cuestas desde que era prácticamente un niño. Quería retratar esa experiencia y hacerla torcer por una esquina que yo felizmente supe esquivar, para descubrir qué hubiera pasado si mi educación sentimental y erótica se descarrilaba. Imagino que la clave estuvo en comprometerme a ser honesto con esa proyección, donde existían miedos y había cosas puestas en juego, pero también la convicción de que la aventura, si lograba aterrizarla bien, tendría, al menos, un mínimo valor. No me interesaba dejar una lección ni tampoco redimir a ese protagonista, sino al contrario: hundirlo en una autodestrucción proporcional a sus perversiones.

 

Pensé, además, que la historia de este sujeto podía reconfigurar la idea que solemos tener acerca del pedófilo o del potencial pedófilo. Las cifras nos dicen que la mayor parte de los abusos a menores los cometen familiares o personas cercanas a la víctima, pero aun así seguimos imaginando a estos personajes como monstruos o enfermos mentales que acechan en los callejones oscuros, esperando el momento preciso para raptar y violar niñas. Retratar al protagonista como un ser funcional y más o menos adaptado a la sociedad era un elemento no negociable. También el hecho de colocar la edad de la víctima en un espacio que algunos considerarían liminal, como los catorce años. Traté de que pudiera generarse cierta identificación entre el lector y el narrador-protagonista. Me interesaba hablar de la culpa colectiva, de una juventud clasemediera que creció con ciertas nociones de moralidad que en el siglo XXI tuvieron que ser revisadas y de hasta qué punto hemos avanzando en esa negociación. Ahora que la novela ya llegó a los lectores, es interesante ver quiénes condenan y aborrecen, y quiénes resuenan con las perversiones que se cuentan en el libro (he recibido mensajes curiosos en estos últimos meses). Afortundamente, creo que la novela ha quedado abierta para ambos tipos de reacciones, y en ese sentido espero que haya conseguido escapar a cualquier enfoque moralista cerrado.

 

Giacomo Roncagliolo : " El fantástico sueño de aniquilar esto" | leonardo.pe

 

Tu generación hizo el tránsito del internet a cuenta gotas a la autopista que es ahora; ¿cómo ves la evolución de la tecnología y su impacto en nuestra sexualidad y relaciones interpersonales?
El tránsito fue gradual, pero se aceleró alrededor del año 2014, cuando, según mis recuerdos, se popularizaron los teléfonos inteligentes. Internet pasó de ser esa herramienta (o juego) que usábamos en casa o en cabinas de internet (primero, con las horas controladas; después, con las llamadas tarifas planas; siempre, desde una silla y mesa) a ubicarse en nuestros bolsillos, como una extensión física y mental de nosotros. Me parece que ese fue el cambio que destruyó para siempre la imagen idealizada de internet como una biblioteca infinita que democratizaría la información. Internet es ahora una forma de entender y habitar el mundo, y sin duda no la mejor. No hablamos de una herramienta imparcial o inocua, sino de una diseñada a imagen y semejanza de un libre mercado voraz donde todo se convierte en mercancía y donde las personas somos tratadas como simples vehículos de clics, el bien más preciado.

En términos de sexualidad, sucede algo que me interesa. La pantalla se convierte en un espacio controlado donde podemos mediar nuestras fantasías, quizás de forma parecida a como funciona el mundo de los sueños o incluso el mundo de la ficción. Comenzamos buscando imágenes, videos y experiencias que deseamos, para pronto darnos cuenta de que nuestras fantasías nos pueden llevar muchos pasos más allá, a terrenos que no desearíamos replicar en el mundo real pero que, en la pantalla, bajo el marco de la digitalidad, funcionan perfectamente como estímulos eróticos. Aquello que nos excita en la pantalla no es lo mismo que nos excita fuera de ella. Aunque en la novela exploro ese tema de una forma evidentemente oscura, personalmente lo veo como el aspecto menos nocivo de internet, incluso provechoso. Siempre hay que reservar un lugar para explorar nuestras fantasías, tanto las felices como las que abominamos.

 

Abordas sin tapujos temas que producen cierta urticaria en algunas audiencias; ¿cómo manejaste la autocensura?, ¿cómo decidiste qué elementos eran necesarios para contar tu historia y cuáles podrían resultar excesivos?
Es un proceso. Prefiero comenzar con el pie pegado al acelerador, sin ningún tipo de censura, y así ir descubriendo qué cosa sale, casi como un ejercicio terapéutico. Confío en que más adelante, durante la reescritura, la corrección y la edición, acabará quedando solo aquello que le sirva a la novela. Se va podando el exceso, se va lustrando la dimensión ética, se van tomando decisiones. Las dudas también se las voy tirando a los lectores preliminares y al editor, que por suerte siempre han sido personas más lúcidas que yo, tanto para decirme «dale con todo» como para decirme «aquí sí te pasaste». No busco escandalizar, pero sí ser lo más fiel posible a los personajes y al sentido que va tomando la novela, sea cual sea la consecuencia. Hubo cosas que saqué y también cosas crudas que añadí. Jamás lo entendí como autocensura. Únicamente, supone la pregunta: «¿esta parte sobra o acaso sí le sirve a la novela?».

 

Giacomo Roncagliolo : " El fantástico sueño de aniquilar esto" | leonardo.pe

 

¿Qué otras artes influyeron en la escritura final de la novela?
Según como lo entiendo, todo influye. Los libros, las películas, las canciones, los videojuegos, el internet, la vida. Pero además me interesa la influencia del azar, de la intuición, de lo involuntario, de la casualidad, de la chiripa; incluso, del trance. Es decir: todo eso que sale de uno casi sin que uno se dé cuenta. No quiero sonar tan hippie, pero sí creo que la escritura puede ser un canal para intentar hablar de todo aquello que aún no hemos logrado procesar o nombrar, de todo aquello a lo que aún no le damos sentido. Existe un desfase entre la verdadera naturaleza de las cosas y aquello que hemos acordado llamar realidad. El potencial de la ficción que a mí más me interesa se encuentra en esa presunta capacidad que tiene para mostrarnos las grietas, las fallas de la matriz, esos resquicios por donde podemos vislumbrar al menos un poquito de eso que está más allá de nuestras pulsiones conscientes, más allá del propio lenguaje.

 

¿Con qué tipo de cine o de música podríamos emparentar tu novela, Giacomo?
Hay una película de Oliver Assayas que se llama Demonlover (2002), que comparte el tema de la pornografía en internet. Melancholia (2011), de Lars von Trier, y The End of Evangelion (1997), de Hideaki Anno y Kazuya Tsurumaki, me inculcaron la obsesión por el fin del mundo. La serie Serial Experiments Lain (1998) fue la chispa para pensar el vínculo entre realidad y digitalidad, y The Leftovers (2014-2017), el impulso que trajo a la novela la problemática de los desaparecidos. Dentro del cine nacional, Videofilia (y otros síndromes virales) (2015), de Daniel Molero, fue una influencia importante. En cuanto a música, no tengo la genealogía tan clara. Más abajo menciono algunas canciones que me acompañaron en el proceso.

 

Si tuvieras que hacer un playlist de algunas canciones para significar la novela, ¿qué temas elegirías?
Hay un playlist que fui armando mientras escribía, como para fijar un poco el tono de la novela. Hay cosas como I Wish, de Graham Coxon, y Christian Brothers, de Elliott Smith, canciones que no sé muy bien de qué hablan, pero que mí me llevan a pensar en el suicidio, uno de los ejes del personaje principal. Y también Supernature, de Cerrone, y Territory, de The Blaze, que marcan un poco el pulso que yo intenté traducir en ritmo y velocidad.

 

Giacomo Roncagliolo : " El fantástico sueño de aniquilar esto" | leonardo.pe

 

Recomiéndanos algunas de tus novelas favoritas, las que te abrieron el cerebro. ¿Algún autor que te haya impactado recientemente?
Soy fan de la trilogía involuntaria de Levrero (La ciudad, El lugar y París), con toda su onda semidistópica y tan espontánea, pero también de la comedia y el sentimentalismo del díptico que Bryce Echenique tituló Cuadernos de navegación en un sillón Voltaire (La vida exagerada de Martín Romaña y El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz). Bukowski es mi lugar feliz, pero además trato de leer todo lo que publique Zambra. De entre las cosas recientes que he leído, me gustó mucho Miles de ojos, de Maximiliano Barrientos, una novela que a mí me hubiera encantado escribir pero que ya no escribiré nunca, muy emparentada con lo primero que publiqué, Ámok.

 

¿Cuáles fueron las bandas que acompañaron las noches y los días de tu vida?
Hubo etapas, como supongo que les pasó a todos. Una primera, en la que todo era simplemente música, sin que yo supiera distinguir aquello que distanciaba a Christina Aguilera de los Red Hot Chili Peppers. Después, muchos años en los que solo escuché punk melódico como Blink 182 y NOFX, lo que más tarde derivó en una gran época emo, con Taking Back Sunday y The Used a la cabeza. De ahí en adelante, vengo escuchando casi cualquier cosa, aunque supongo que a lo que más vuelvo son clásicos como Beatles y Charly García, rockeros alternativos noventeros como Blur y Radiohead, y los nacionales Turbopótamos y 6 Voltios, procurando también siempre estar atento a lo nuevo.

 

¿Qué estás escribiendo ahora? ¿Qué no debe faltar mientras escribes?
Estoy clavado en una novela sobre una banda que fracasa. Avanzo lento, como siempre, y ahora además comprometido con un realismo que en mis proyectos anteriores me ha esquivado sin que yo sepa exactamente por qué. ¿Qué no debe faltar mientras escribo? Cigarros, hoja de coca, ruido blanco y una botella de agua.

 

La del cierre, Giacomo: ¿qué te sigue emocionando?
Todo, creo. Trato de no perder la capacidad de asombrarme, que es la mejor forma de emoción. Me mantiene la cabeza fresca y humilde, espero. Vivo algo metido en la naturaleza, así que tampoco es tan difícil.

 

Giacomo Roncagliolo : " El fantástico sueño de aniquilar esto" | leonardo.pe

Por Leonardo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *